Un woke homosexual de izquierda le habla a su amigo imaginario hetero de izquierda
Al menos desde un punto de vista histórico, la acción política de los grupos LGBT ha estado orientada hacia la ampliación del concepto de humanidad y no a la creación de una tribu iluminada, víctima y merecedora de derechos especiales como suelen argumentar las personas anti-woke, principalmente de derecha, pero también de izquierda.
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Sebastián Collado
Doctor en Psicología por la Universidad Alberto Hurtado y Magister en Género, Cultura y Cambio Social por la University de Innsbruck. Académico y docente colaborador de la Facultad de Psicología de la Universidad Alberto Hurtado.
Nunca me ha extrañado escuchar argumentos de la derecha en contra del matrimonio igualitario, leyes en contra la discriminación en base a la orientación sexual y/o identidad de género, y otros muchos temas que atentan contra sus principios. No solo no me extraña, sino que me parece esperable e incluso deseable que en una democracia la derecha cuestione, en base a sus principios ideológicos, el estatuto moral y ontológico de la diversidad sexual y de género. Como persona que se dedica a las ciencias sociales, específicamente al estudio de la salud mental LGBT, creo que tengo suficientes argumentos basados en la evidencia para poder demostrar, al menos por ahora, que esos argumentos están errados.
Sin embargo, lo que sí me ha extrañado en el último tiempo es escuchar a líderes políticos e intelectuales de la izquierda esgrimir argumentos en contra de un sustantivo muy de moda en las bocas de los líderes de la (extrema) derecha: en contra de “lo woke” o “el wokismo” (por ejemplo, Alfredo Joignant en Chile, Musa al-Gharbi y Susan Neiman en Estados Unidos y Sahra Wagenknecht en Alemania).
El “wokismo” – sustantivo más cercano a un significante vacío de uso sorprendentemene variopinto en el discurso – parece ser el culpable del final de occidente según algunos de los actuales líderes políticos de la derecha (por ejemplo, Milei en Davos). Por el lado de la izquierda, el “wokismo” parece ser culpable de la desintegración de los verdaderos valores de la izquierda, llevándola a la parálisis política que hoy la afecta. Al final, tanto para la derecha y la izquierda anti-woke existen unos enemigos claros: grupos LGBT, grupos anti-racistas, grupos indigenistas, etc. Todos grupos tribales que se olvidaron de los verdaderos valores de la izquierda: el universalismo y la lucha por la justicia social, como plantea, por ejemplo, la académica Susan Neiman.
A decir verdad, me parece tremendamente interesante y relevante académicamente estudiar el fenómeno woke, demarcando sus límites e identificando sus falencias y supuestos epistemológicos. Eso es precisamente lo que hace Susan Neiman en su famoso libro Izquierda no es Woke o al-Gharbi cuando propone lo woke como cómplice de la explotación capitalista contemporánea. En términos de la acción política, sin embargo, creo que los liderazgos de la izquierda anti-woke hacen al menos dos cosas muy poco productivas.
La primera y más obvia es que la izquierda anti-woke pareciera terminar por hacer propio el deseo de la derecha de retornar a un pasado donde todo fue mejor: un pasado más sencillo, más claro y menos diverso. A esa tierra prometida libre de enemigos internos es a la que, por ejemplo, Trump dice que llevará a sus electores; a esa “great America” es a la que hay que retornar “again”. La segunda, menos obvia y para mí más relevante, es que los liderazgos de la izquierda anti-woke pierden una gran oportunidad de educación política para todo el progresismo, comprándose a los enemigos imaginarios creados por la derecha y su supuesto tribalismo. Me enfocaré en el movimiento social LGBT que es el que conozco en mayor detalle.
Al menos desde un punto de vista histórico, la acción política de los grupos LGBT ha estado orientada hacia la ampliación del concepto de humanidad y no a la creación de una tribu iluminada, víctima y merecedora de derechos especiales como suelen argumentar las personas anti-woke, principalmente de derecha, pero también de izquierda. Por algo se lucha por el matrimonio igualitario y no por el matrimonio homosexual. La lucha es por la igualdad, por ser tratados como semejantes humanos. Hasta ahora no se ha luchado para que se reconozca institucionalmente el estatuto de víctima, sino que el estatuto de ser humano semejante, con los mismos derechos y deberes, ni más ni menos. En esta lucha, sí es posible que la acción afirmativa y/o la acción reparatoria sean necesarias, pero no como un fin en sí mismo, sino que como un medio que ayude a construir las condiciones socioculturales, materiales y simbólicas, necesarias para que la semejanza entre seres humanos sea alcanzada. Un proyecto universalista, pero que reconoce desigualdades estructurales situadas que necesitan ser subsanadas en favor de la justicia social. Por supuesto que lo aquí señalado no implica que no existan usos tribales de los objetivos del movimiento social LGBT (o de otros movimientos). Sin embargo, creo que esos usos tribales no deberían hacernos olvidar cuáles son los fundamentos ideológicos del movimiento internacional LGBT. Me parece que ese olvido es precisamente lo que está ocurriendo en la izquierda anti-woke.
A partir de esto último, quisiera finalizar con un juego en que yo mismo creo a un amigo imaginario hetero de izquierda con quien tengo una conversación tambièn imaginaria. A este amigo no lo quiero de enemigo, al contrario, le quiero decir lo siguiente: amigo hetero no venimos a denostarte, sino que a ampliar el concepto de humanidad. No venimos a pedirte que nos recozcas como víctimas históricas de la LGBT-fobia, sino que apoyes las medidas que permitan erradicar la LGBT-fobia porque le hace daño a demasiadas personas, incluidas a las personas heterosexuales y cis-género. Te propongo amigo hetero que luchemos todas y todos juntos por derechos sociales ¿Sabes por qué amigo hetero? Porque está lleno de personas de la diversidad sexual y de género que reciben una mala salud y una pésima educación pública y que, además, les acosan en sus colegios por no ser heterosexuales o cis-género. Porque la LGBT-fobia suele implicar la pobreza afectiva entre varones heterosexuales, y queremos varones heterosexuales que estén sanos emocionalmente. Porque hay muchas personas de la diversidad sexual y de género de la tercera edad que no llegan a fin de mes con sus pensiones. Porque la evidencia nos muestra que LGBT-fobia se correlaciona con el racismo.
Te propongo amigo hetero, entonces, que no te compres tanto la etiqueta de hetero como tampoco yo me debería comprar tanto la de homosexual. Nos tocó que en este tiempo histórico estas sean algunas de las categorías identitarias que nos ayudan a comprendernos, pero este es un tema de terapia, no de de la política. Amigo hetero, ni tu identidad ni la mía son tan sólidas o estables, podemos ponderlas en suspenso en favor de un bien común, siempre y cuando nos ayudemos cuando lo necesitamos ¿viste amigo hetero que en Argentina los movimientos LGBT organizaron una marcha anti-fascista, invitando a toda la sociedad a participar? A eso me refiero cuando te digo que, ante la urgencia de una acción política mancomunada, no es necesario volver a un pasado mejor, ese pasado nunca existió. Al contrario, vamos juntos amigo hetero a defender la justicia social para todas las personas.