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El jinete del Apocalipsis

Con poca excepción de mandatarios – Netanyahu, Orban y quizás algún otro – el mundo entero condena la loca política de Trump, que hoy desgraciadamente ocupa el primer lugar en las diarias noticias mundiales. Aunque varios países cedieron ante sus amenazas económicas, es descontable que están buscando alternativas; no se puede sobrevivir bajo yugos comerciales impuestos por miedo.

Con el retorno de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos se trastocó el orden mundial de una manera, de un grado que ni el más pesimista se hubiera imaginado. Del primer mandato del magnate, ya se sabía que es un megalómano mentiroso, machista y racista con un estilo matón; que su- siempre a gritos -proclamado programa, el MAGA (Make America Great Again) está basado en la premisa de que el país del norte pueda ser libre de cualquier dependencia de otros países, con una autosuficiencia industrial, comercial y política. Y ahora se siente bastante fuerte para ejecutar ese plan falto de toda sensatez en un mundo que se globalizó aceleradamente en los últimos 50 años.

No conozco la constitución estadounidense, sólo que siempre se la considera como el ejemplo de la democracia. Pues al parecer está lejos de serlo si permite que su presidente reine por decretos, propalados diariamente, firmados con un grueso marcador negro y exhibidos despectivamente al mundo; un firma que no se necesita ser grafólogo para tacharla de un maniático de poder, despectivo farsante decidido a acabar con el concepto Democracia, y con las democracias del mundo.

Para ello usa el arma más conocido de reyes y dictadores: el miedo. Precisamente fue la globalización en la que EE.UU., llevando la delantera, extendió sus redes de ayuda y asistencia mundial para que tenga ahora un arsenal político y económico que Trump está usando para obligar tanto a los hasta ahora socios como los adversarios a aceptar por un lado la intromisión en todos sus asuntos internos y por el otro, para retirarse de los foros de compromiso y cooperación mundial.

El lenguaje que no sólo él sino todo su séquito está usando supera en ordinario y grotesco a la de cualquier dictador vulgar; cambiar hoy 180 grados de lo dicho ayer se hizo normal; todo es comprable, nada se respeta, ni siquiera la propia palabra. El jefe de la potencia número uno del mundo se transformó en un clown con su lenguaje verbal y corporal y no tiene la menor vergüenza utilizar su poder para aumentar su fortuna propia y de sus amigotes cercanos. El concepto “diplomacia” se borró de su diccionario y fue reemplazado por “amenaza” y “extorsión”. La palabra “humano” fue eliminado.

Quiere transformar a EE.UU. en potencia imperialista, comprar o simplemente conquistar a Canadá, Groenlandia, Panamá y por qué no, a Palestina (o por lo menos Gaza). Y esto apenas parece la punta de iceberg; quién sabe qué más esconde su afiebrada imaginación, capaz hasta adorar a Putin, el más ruin de los actuales conquistadores, que no dudará apoderarse de Europa.

No hay experto, científico, analista, periodista o investigador en el mundo que no pronostique que la política de someter a aranceles todo lo que se venda a USA llevará a inflación y crisis al país del norte; que el máximo beneficiario de sus locas aplicaciones será precisamente China, la hoy segunda economía que será la que, justamente, se beneficiará a tal punto que ocupará el primer lugar pronto; con la ayuda justamente de Trump y como consecuencia del aislamiento norteamericano.

Con poca excepción de mandatarios – Netanyahu, Orban y quizás algún otro – el mundo entero condena la loca política de Trump, que hoy desgraciadamente ocupa el primer lugar en las diarias noticias mundiales. Aunque varios países cedieron ante sus amenazas económicas, es descontable que están buscando alternativas; no se puede sobrevivir bajo yugos comerciales impuestos por miedo.

Sus pasos en las propias entrañas de EE.UU.: la eliminación de detractores de puestos importantes, las limitaciones y censuras a medios, la entrega de puestos claves a incondicionales, la negación de diversidad de género, la indiscriminada expulsión de inmigrantes ya legalizados, llevará a corto plazo a un descontento interno y las consecuencias negativas en la economía local de la política de aislamiento exacerbarán los ánimos, principalmente de la capa social inferior, la más afectada, como siempre.

Mientras los grandes capitales – capitalistas – verán un crecimiento de sus fortunas, millones y millones sufrirán la disminución de su actual nivel de vida. Y eso no pasará sin consecuencias.

El típico héroe estadounidense de películas, series de TV y novelas es aquél que salva sólo la Nación de algún desastre que el enemigo de siempre quiere causar. En el caso de Trump, es el individuo que le causará ese desastre si su mandato de extiende por más de cuatro años; algo que puede pasar ya sea por reelección, ya sea por lograr otros métodos hoy tan comunes en países como Rusia, Turquía, Venezuela, Guatemala, Corea del Norte…¿y cuántos más?

Ojalá Estados Unidos sea la excepción. Ojalá se imponga la conciencia. Cuánto antes…antes de la eternización del jinete del Apocalipsis.

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