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16 de Marzo de 2025

Una posibilidad de paz en el Cáucaso

Hace unos días, Armenia y Azerbaiyán anunciaron que acordaron las condiciones para un tratado de paz, poniendo así eventualmente fin a más de 30 años de conflicto.

WIKIPEDIA.
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Juan Pablo Glasinovic

Juan Pablo Glasinovic es abogado

Dentro del contexto de alta incertidumbre e inseguridad que nos aqueja mundialmente, cualquier noticia positiva nos ayuda a recuperar la esperanza de que esto no es irreversible y que, como tantas veces en la historia universal, el mal momento suele dar paso a tiempos mejores. En cualquier crisis, aunque no conozcamos su duración, sabemos que llegará un momento en el cual los indicadores y el ánimo general empezarán a cambiar positivamente. Esa noción, respaldada por siglos de historia, nos ayuda en los períodos oscuros a mantener firme el timón de nuestras vidas y de los países hasta salir de las aguas turbulentas.

Hace unos días, Armenia y Azerbaiyán anunciaron que acordaron las condiciones para un tratado de paz, poniendo así eventualmente fin a más de 30 años de conflicto. Esto casi pasó inadvertido entre tanta otra noticia, pero sin duda que constituye un hito en una zona estratégica e inestable como es el Cáucaso. Esa región tradicionalmente ha sido un punto de conexión entre Asia y Europa, y por lo mismo ha sido objeto de guerras e intentos de dominación a lo largo de los siglos por diversos imperios: rusos, turcos e iraníes. Actualmente los países propiamente caucásicos son Armenia, Azerbaiyán y Georgia. A ellos se suman una pléyade de pueblos y de territorios autónomos o semi autónomos como Chechenia, Daguestán, Osetia del Sur y Abjasia. Rusia, Turquía e Irán también controlan parte del área, así como comparten la condición de actores históricos en esa zona.

Tras la disolución de la Unión Soviética y como ha sido una constante, los límites administrativos de las repúblicas emergentes pasaron a convertirse en sus fronteras internacionales y por supuesto que no necesariamente coincidían con la distribución de su población originaria ni con sus territorios ancestrales. Esto ha provocado problemas, incluyendo guerras como ha sido el caso entre Azerbaiyán y Armenia.

Aparte de verdaderos pogroms que significaron la expulsión de armenios y azeríes entre ambos países, dentro de Azerbaiyán había una zona semi autónoma de mayoría armenia, denominada Nagorno Karabaj. En esa dinámica, dicho territorio considerado por los armenios como parte de su territorio ancestral, se rebeló contra Azerbaiyán, para no quedar sometidos a este país.

Producto de esta rebelión, el enclave se unió fácticamente a Armenia en 1994, extendiendo su control a territorio azerí más allá de los límites de su autonomía soviética. Desde el punto de vista formal, Nagorno Karabaj se proclamó como una república independiente, lo que no fue reconocido por ningún estado. Armenia, quien prestó todo su apoyo a esta escisión, también mantuvo su ambigüedad en el plano jurídico para no atizar el enfrentamiento con Azerbaiyán.

Pero durante el siglo XXI Azerbaiyán empezó a desarrollar sus vastas reservas de gas y petróleo y rápidamente su PIB se fue acrecentando hasta triplicar el de Armenia actualmente. Ese mayor ingreso le permitió ir armándose mejor que Armenia.

En 2020 hubo una nueva guerra por el enclave de Nagorno Karabaj y en esa oportunidad los armenios fueron derrotados inapelablemente y de no ser por la mediación rusa, Azerbaiyán habría recuperado la totalidad de ese territorio. Se estableció una tregua y los rusos quedaron como garantes de la seguridad de la población armenia del enclave.

Pero estaba claro que era una cuestión de tiempo para que Azerbaiyán culminara con la recuperación total de su territorio. Eso quedó demostrado antes de lo pensado, cuando en septiembre del 2023, los azeríes volvieron a derrotar a las fuerzas armenias (técnicamente solo las del enclave, pero sin la posibilidad de Armenia de impedirlo ni de asegurar su propia defensa). Eso derivó en la huida de todos los habitantes armenios.

En ambas guerras Azerbaiyán contó con el decidido apoyo turco y la circunstancia de estar Rusia concentrada en su invasión a Ucrania, dejó en evidencia su incapacidad de apoyar a su aliado histórico armenio. La derrota armenia dejó en evidencia un reacomodo de las fuerzas en el Cáucaso con ganancias para Turquía.

Armenia por su parte, quedó en una posición crítica y susceptible de ser invadida parcial o totalmente. No tenía los recursos para enfrentar a los azeríes y a sus espaldas está Turquía, país con el cuál existe una enemistad profunda incluyendo la memoria del genocidio. Respecto de sus otros vecinos, Georgia en los últimos años ha estado alineado con Azerbaiyán y además ahora se ha impuesto un régimen prorruso. Irán por su parte ha mantenido una actitud cautelosa para no enfrentar a Turquía cuando sus energías y preocupaciones están orientadas a mitigar los efectos del aislamiento internacional y de la enemistad con Israel, además de la competencia con Arabia Saudita por la influencia regional.

En ese cuadro, el primer ministro armenio Nikol Pashinián, a pesar de una fuerte movilización popular por la guerra, impuso una aproximación pragmática, urgente y simultánea en varios frentes. En primer lugar, se sentó a negociar con Azerbaiyán que exigía la cesión total de Nagorno Karabaj y el término de cualquier pretensión sobre ese territorio. Al mismo tiempo, los azeríes exigían unir a su provincia de Najicheván, que está separada del resto y arrinconada entre Armenia Irán y Turquía, por algún corredor seguro y con soberanía.

En el campo de la política exterior y de la defensa, al no poder contar ya con la protección efectiva rusa, reorientó su política exterior en forma radical, particularmente buscando acercarse a la Unión Europea (donde su diáspora tiene cierto peso político).

Producto de la negociación, al menos logró evitarse una invasión y hace unos días se hizo el anuncio de los términos del acuerdo. Entre los puntos más importantes está el reconocimiento de la soberanía azerí sobre Nagorno Karabaj. Igualmente relevante es el establecimiento de un corredor, que podría tener carácter soberano, para unir el territorio azerí y que bordearía la frontera armenia con Irán, abriendo una nueva ruta estratégica entre Asia, Europa y el Medio Oriente sin la interposición de Armenia. Este país prefiere esa alternativa a cortar en dos su territorio con otro trazado.

Rusia ha optado por apoyar esta posibilidad ante el alejamiento de Armenia, pero también entendiendo que es la única forma de mantener cierto grado de influencia en esa zona fundamental para su seguridad y en la cual Turquía ha adquirido más influencia.

En Irán en cambio, se han encendido todas las alertas, por cuanto esto significaría en la práctica perder su frontera con Armenia y también quedar fuera de los beneficios de la ruta mencionada y de sus sinergias. Por eso este país ha representado tempranamente su frontal oposición a esa modalidad.

Las declaraciones de Armenia y Azerbaiyán constituyen un gran paso hacia la paz, lo que hasta hace muy poco se veía como imposible. El primer ministro Nikol Pashinián ha tenido que sortear una dura oposición interna y con casi nulo margen de maniobra. Lo que resta ahora es definir la oportunidad de la firma de este acuerdo. Ello podría diferirse si la exigencia azerí de una reforma constitucional armenia para borrar cualquier pretensión sobre territorio de Azerbaiyán se convierte en un requisito previo.

Otro obstáculo podría ser lo del corredor y su condición. Ahí no solo dependerá de la oposición interna armenia, también del papel de Irán.

Finalmente y asumiendo que todos estos temas se superan, resta el de las garantías de seguridad, especialmente para Armenia. ¿Quién o quienes velarán por el respeto del acuerdo y para evitar nuevos episodios bélicos? Actualmente solo Irán y Rusia podrían jugar un papel más relevante, pero indudablemente insuficiente. Europa está lejos y enfrascada en su propia crisis de seguridad en un cambio de paradigma defensivo. Estados Unidos ya no se presta para ello. Por tanto, ese es un asunto crítico y podría alentar a Azerbaiyán a obtener más concesiones de Armenia.

La paz está cerca considerando las circunstancias y la historia vecinal, pero no está garantizada. Sin embargo, su solo anuncio genera un clima más distendido. Es de esperar que el acuerdo no se descarrile en el último tramo y que no pase a ser un punto suspensivo que cierre una pugna de soberanía en favor de una de las partes, pero no cese la posibilidad de más enfrentamientos.

Igual no deja de ser una buena noticia por estos días.

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