El adiós a los Bibas y la Banalidad del mal

Mírenlos, son “civiles” en Gaza que salen a ver la liberación de bebés judíos en ataúdes, como si fuera un deporte de gladiadores, en un macabro festival, donde los terroristas marcaban presencia, pero también las familias gazatíes, con niños en brazos disfrutaban del momento.

“Esta sociedad está enferma, no tiene redención expresaba con rabia y agobio Gaby Lob en X”.

Hamás no sólo asesinó a sangre fría a Ariel y Kfir Bibas –un niño de cuatro años y un bebé de diez meses–, violó todos los valores morales básicos incluso después de su muerte. En lugar de devolver a Shiri, la madre de Kfir y Ariel, Hamás devolvió un cuerpo no identificado, como si se tratara de un cargamento sin valor. “Dijeron que se habían confundido”, pero era terrorismo psicológico, para marcar a fuego, que la familia Bibas había muerto por los bombardeos israelíes. Lo que habían comunicado al padre Yarden Bibas, antes de su liberación. 

Luego el mismo Yarden pidió que el mundo sepa como murieron sus niños, Kfir y Ariel: fueron estrangulados y sus cuerpos mutilados post mortem para simular otra causa de muerte, según informa @IDF.

” A pesar de la horrible condición de los cuerpos, los investigadores forenses determinaron por unanimidad que Kfir y Ariel fueron asesinados a sangre fría aproximadamente 10 días después del 7 de octubre de 2023.

Todos estos hechos, nos lleva a una vez más a preguntarnos cómo es posible este nivel de maldad .Responde a una sociedad enferma, como aduce Gaby Lob, en la que debemos incluir a muchos de los que marchaban y aplaudían la masacre del 7 de octubre en Gaza y  en las ciudades de occidente, que también habían visto las imágenes de los Bibas, y a Shiri en particular  abrazando a sus niños, protegiéndolos antes de ser secuestrados.  

Debo reconocer que siempre  he encontrado  respuestas, sobre la condición humana y  su relación  con el  mal, en Hannah Arendt  y  sus reflexiones  en su  libro “ Eichmann en Jerusalén, la banalidad del mal”.

 Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, Adolf Eichmann, responsable de la logística para la organización y distribución de los campos de concentración, huyó a Argentina, para evitar un Tribunal de Guerra. En 1961, Eichmann fue secuestrado y juzgado en Jerusalén.

En 1963 Arendt publicaba “Eichmann en Jerusalén, la banalidad del mal”. De manera sintética, Arendt se refiere con este concepto: banal; para describir un fenómeno que en el curso del juicio de Eichmann fue para ella evidente:

El mal lo hacen la mayor parte de las veces, aquellos que no se han decidido a actuar ni por el mal ni por el bien […] Lo más grave en el caso de Eichmann, era precisamente que hubo muchos hombres como él, y que estos hombres no fueron pervertidos o sádicos, sino que fueron, y siguen siendo, terrible y terroríficamente normales.

Al no existir fronteras que contengan el mal radical (la tolerancia) o los referentes éticos que puedan tener un mecanismo de control individual, lo colectivo puede eximir de culpabilidad, el mal deja de mirarse, sentirse y reaccionar como un problema y se desplaza al terreno de la banalidad y eso permite a una madre felicitar a su hijo, -y que sienta orgullo de eso – cuando le cuenta que  había matado a 10 judíos, con sus  propias manos, como sucedió ese 7 de octubre de 2023.

No es un episodio superado, al revés es una especie de matriz-  como  señaló Bertolt Brecht como advertencia en su tiempo: “Ustedes dejen de mirar al cielo y aprendan a observar… Pues uno así, casi por un pelo [Hitler] estuvo por gobernar al mundo.

Los pueblos dominaron esa escoria, mas no cantemos aún victoria; el vientre del cual reptó sigue fecundo”…