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No me saluden en el Día de la Mujer

Yo no quiero que me saluden. No en este país. No necesito saludos ni flores. Necesito derechos. Necesito que no se me vea como una máquina para parir hijos, sino como una persona, un ser humano que toma sus propias decisiones. Necesito que mi sueldo y mi esfuerzo sean recompensados de la misma forma que la de los hombres.

Celebrar el día internacional de la mujer en Chile me produce una enorme contradicción y un llamado profundo a reflexionar sobre la realidad de las mujeres en el país. ¿Qué es lo que estamos celebrando, qué según el Sernam cerramos el año 2015 con 45 femicidios y en lo que va del 2016, ya van cinco mujeres muertas a manos de sus parejas?  ¿Que Chile es uno de los seis países del mundo que penalizan el aborto en cualquier circunstancia?, ¿Que la discusión parlamentaria por el derecho a aborto terapéutico se ha aplazado y aplazado, siendo una burla?, ¿celebramos, acaso, que la discusión del aborto se centra en cuando empieza la vida, mientras unas 150 mil mujeres se harían abortos clandestinos poniendo en riesgo una vida que ya existe?, ¿celebramos que cuatro militares a puertas cerradas nos quitaron el derecho a aborto terapéutico, derecho que hasta la dictadura gozábamos?, ¿celebramos que la causal de violación es la que más “complica” a los parlamentarios, siendo que el 70% de las víctimas de violación son niñas entre 7 y 11 años… niñas obligadas a continuar con sus embarazos y a sus cuerpos pequeños parir?, ¿celebramos que según el Gobierno de Chile, el sueldo de una mujer es un tercio más bajo que el promedio en comparación con los hombres?

Yo no quiero que me saluden, no en este país. No necesito saludos ni flores; necesito derechos. Necesito que no se me vea como una máquina para parir, sino como una persona, un ser humano que toma sus propias decisiones. Que mi sueldo y mi esfuerzo sean recompensados de la misma forma que la de los hombres. Necesito que dejen que asesinar a las mujeres chilenas, porque la próxima podría ser yo. Necesito una ley que sancione el acoso callejero, porque tal como yo me guardo para mí si considero a un hombre atractivo en la calle, los hombres debieran guardarse sus pensamientos, porque no tienen derecho a decirnos lo que quieran cuando ven nuestros cuerpos. No son públicos. Son privados.

Necesito que niñas menores de 11 años de edad, embarazadas producto de una violación, puedan poner término a ese embarazo y antes que eso, necesito que dejen de violar niñas y necesito que dejen de pensar que si aprueban esta causal, las mujeres fingirán que las violaron para abortar. Claro, como si fuera muy fácil tomar una decisión así.

Necesito tener derecho a aborto terapéutico, porque vivo con la incertidumbre de que si el día de mañana estoy embarazada y mi vida corre peligro o el bebé que espero morirá al nacer, tendré que someterme a esa tortura. Vivo con la incertidumbre de que si me violan, no podré poner término a un embarazo que no deseo, que me recordará a mi violador día tras día.

El año pasado, la senadora Ena Von Baer saludó a las mujeres en su día, así como otros personajes de la UDI. Yo quiero pedir que por favor, no nos saluden, porque las mujeres de este país estamos luchando por el derecho a aborto terapéutico mientras ellos luchan por lo contrario. Saludarnos es una mofa.

Por todas estas razones no quiero un feliz día ni una flor, no reemplazan los derechos que no tengo. Una flor no le devuelve la vida a las mujeres muertas por femicidio, ni me asegura que yo no terminaré muerta. Una flor no me compensa el que gane menos que los hombres que hacen mi mismo trabajo. Una flor no me satisface el deseo que tengo de vivir con alivio de que si sufro una violación o tengo un embarazo con riesgo de muerte para mi o el feto, podré ponerle término.

No nos feliciten, señores, porque en Chile podremos felicitarnos todos y sentirnos orgullosos como país cuando tengamos derechos, no flores.

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