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Mortdecai

Charlie Mortdecai es un pillo, que especula con obras de arte, debe millones de impuestos al Reino Unido y tiene problemas con la mafia rusa. Su signo característico es un cuidado mostacho, que provoca náuseas a su esposa Johanna y las mismas le provocan náuseas a él.

Para realizar una comedia al estilo de Blake Edwards, hay que ser Blake Edwards.

Y se requiere también de actores adecuados. Johnny Depp es, probablemente, el mejor comediante del cine actual, pero su ductilidad requiere también de un guión adecuado. Son pruebas suficientes los fiascos de Diario de un seductor (2012) y El turista (2010).

Es un gran caracterista, absolutamente creíble, pero no es Peter Sellers como para armar un personaje (al estilo del Inspector Clouseau), que podríamos encontrar en otras películas.

Charlie Mortdecai es un pillo, que especula con obras de arte, debe millones de impuestos al Reino Unido y tiene problemas con la mafia rusa. Su signo característico es un cuidado mostacho, que provoca náuseas a su esposa Johanna y las mismas le provocan náuseas a él. Es una de las tantas “gags” del dudoso humor del filme.

Gwyneth Paltrow (que interpreta a Johanna), erguida sobre un retrete para alcanzar la anhelada y buscada pintura en la pared, exhibe su pequeño trasero enfundado en estrechos pantalones y parece decirnos: “Lo tengo chico, pero ¿es bonito, verdad?”.

Un mal aprovechado Ewan McGregor, por su parte, es Martland, el inspector de policía que, eterno enamorado de la mujer de Mortcadei, busca lo mismo que éste: un Goya presuntamente inencontrable, detrás del cual está registrado un código que permitiría tener acceso a una cuenta bancaria donde está depositado el oro de los nazis.

El resto de la película es una caja de sorpresas, puesta en acción por la codicia de todos, tanto por el cuadro como por el código que contiene. Tiene buen montaje y se mueve rápido, pero los personajes son caricaturas sin contenido. La única excepción es Paul Bettany, que interpreta a Jock, el chofer y guardaespaldas indestructible y mujeriego. Es su misma condición caricaturesca (recuerda a Jean Reno y a Terry-Thomas) la que provoca hilaridad y, realmente, es lo mejor del filme.

Inspirado en el libro Don’t point that thing at me (No me apuntes con esa cosa) de Kyril Bonfiglioli, que es el primero de una serie de tres (¡seguimos con las trilogías!), preanuncia el regreso de estas maquetas.

Mientras tanto, pueden divertirse los/las fans de Depp. Que la Paltrow vuelva con Iroman o – mejor aún – a los personajes históricos (Shakespeare apasionado) que sabe interpretar. Un último detalle: para ser una ninfómana, Olivia Munn parece más bien una alumna de colegio de monjas.

(Mortdecai. USA, 2015)

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